Diario erótico: Arriba yo

lunes, 15 de noviembre de 2010

Arriba yo

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Anónimo20 de enero de 2011, 9:51
Hola marina buen dia, eres una monada(mujer simpatica) cureosando por tu blog me doy cuenta de que manejas muy buena informacion, y tienes la idea de una mujer emprendedora, pero debo reconocer que te falta unicamente saber como usar estas pequeñas herramientas, no es dificil pero requiere tiempo y creo que es un recurso que tienes muy saturado, asi que, por esa razon aprovecho la oportunidad para ayudarte a invertir mejor el uso de esto y rehacerte una pagina de blog tal como la que yo uso , un poquito mas diferente, ami me gusta mucho esto del marketing online y sobre todo ser emprendedor, conosco del posicionamiento con pequeños detalles del marketing magnetico y si me lo permites me gustaria agregarle pequeños detalles a tu blog, te dejo mi blog para que lo valores y si te gusta espero nos pongamos en contacto via email para si tu lo deseas ayudarte a tomar la descicion de invertir en este tipo de recursos, te lo comento no es nada nada dificl pero lleva tiempo y bueno ami me gusta hacerlo como distraccion mi email --> Leon_Jahir@hotmail.com y mi blog es este http://emprendiendotulibertadtotal.blogspot.com/, espero que me visites y si puedes me hagas recomendaciones ami me apasiona esto y yo persivo que tambien eres emprendedora, ojala lo platiquemos, hasta pronto .
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Mi primera vez

Hey, entiendo que a todos nos provoca morbo la primera vez. Les cuento la mía. Mi maestro de mate nos invito a varios del salón a nadar en su alberca. Fue viernes a las 6.9 horas. Yo llevaba un pantaloncito blanco, el traje de baño también, blanquito, blanquito. Cuando vi la alberca me quedé uf, encantada. Todo era maravilloso, excepto que aún no habían llegado los demás invitados. Yo me metí a nadar. El profe me dejó a mis anchas. Se sentó en una palapa a verme disfrutar de su alberca. Siempre era muy amable conmigo. Salí del agua y se metió él. Me gustó su espalda en el sol brillaba. Era extranjero de unos 50 años. (después me enteré que tenía más). Me parece que me dormí un momento, porque cuando abrí los ojos, él estaba saliendo de la alberca. Me preguntó si ya estaba lista... ¿lista para qué? e inmediatamente puso su lengua encima de mi bikini. Empezó a mover la punta muy suavecito. Tanto, que no me dio miedo ni vergüenza. Sólo me entregué a lo desconocido. Yo estaba recostada con las piernas un poquito abiertas. Nunca me habían hecho eso. Era tremendo. Yo sí había tenido fantasías, pero nunca hasta allá. Lo mío lo mío eran los besos. Soñaba que me besaba con el director de la escuela, por ejemplo.
Bueno, después que estuvo dandome lengua él se recostó. A esa edad yo ya tenía inquietudes sexuales. Así que sin más ni más me puse de rodillas sobre el diván de la alberca, con el cuerpo arqueado sobre su pelvis y su miembro en mis labios. Él detenía mi cabello con la mano para que no cayera sobre mi rostro y pudiera ver, en cada momento, cómo su sexo entraba en mi boca.

-¿Te gusta?- Me preguntaba, pero me limitaba a asentir sobándole los muslos. Él lo disfrutaba, se retorcía como gatito escurridizo y me pedía más , acariciando con sus dedos la curva sutil que hace la espalda hasta convertirse en pecado.

-Hagamos un sesenta y nueve, en ese momento para mí toodo era nuevo, tooodo. Y eso es muy emocionante. - Me pidió de pronto con urgencia ese famoso 69. Acomodé mis muslos en sus orejas y seguí en lo mío. Su lengua, afanosa, buscaba reacciones entre mis piernas, mientras yo, agradecida, devolvía las gentilezas devorando su erección.

-¿Me subo?- Le pregunté excitada

-¡Por favor!- Me contestó de inmediato

Cuando me levanté me dio un beso, me hinqué frente a él, con mis rodillas abrazando sus muslos y su miembro apuntando a mi cuerpo. Me senté despacito, y fue resbalando suavemente, abriéndose camino entre mis piernas. Suspiré y comencé a moverme. Nos mirábamos callados.

Sus manos en mis senos , provocaron que los pezones se me endurecieran y él no aguantó la tentación de llevárselos a los labios, todo mi cuerpo respondía a los estímulos de aquel hombre. Lo sentía moverse dentro, tocar fondo y salir de nuevo, al ritmo del movimiento pausado de mis caderas, sintiéndome llena y poseída. Él también movía su pelvis clavándose en mi cuerpo, cada vez arremetía con más velocidad y en sus ojos soplaba el huracán del deseo. Entonces me apretó las nalgas, cerró los ojos, ahogó un grito y terminó.

Se quedó quietecito por unos segundos, con su sexo dentro de mí, los ojos cerrados y una sonrisa plácida. Me la sacó despacito y con los cuidados necesarios. Por cierto, nunca llegaron mis demás compañeros de la clase. ´

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